9/13/2011

Los gatos que movilizan a Murakami

Entre tantos elementos recurrentes en la obra de Haruki Murakami, uno de los que se destaca son los gatos.
En su biografía se dice que, antes de dedicarse de lleno a escribir, fue dueño de un bar, el cual llamó Peter Cat.
Obviamente, hay una especial simpatía del autor por estos animales, que han sido (y son) “adorados” por otros artistas: Charles Baudelaire, que ha escrito poemas dedicados a ellos, y a Paul Verlaine, con otro poema, “Mujer y Gata”; Howard Lovecraft, escritor estadounidense, y su cuento “Los gatos de Ulthar”, y un ensayo, “Gatos y Perros”; otro norteamericano, Edgard Alan Poe, y su cuento “El gato negro”; Jorge Luis Borges escribió “A un gato” (incluido en El oro de los tigres), y “Beppo”, dedicado a su gato, que se llamaba Beppo, igual que el gato que tenía Lord Byron (que también le escribió a los gatos); Julio Cortázar tenía un gato (Teodoro W. Adorno) que aparece ficcionalizado en cuentos y novelas de él.
La lista es casi interminable...
Particularmente en Japón, el gato ha sido muy representado en el arte. Estos gatos aparecen pintados junto a hermosas mujeres. Es común que estén asociados a la gracia de la mujer, a la sensualidad, pero también al encanto de la decadencia.
Utagawa Hiroshige, artista de Ukiyoe, la estampa japonesa que tuvo su esplendor entre el siglo XVII y el XX; Utagawa Kuniyoshi, y Utamaro, le han dedicado grabados a estos animales.
Ela cultura popular japonesa se ha arraigado el Maneki Neko, el gato de la fortuna…, ese gatito de porcelana que tiene la patita izquierda levantada (hoy se los ve por todas partes, en distintos colores). Su actitud, se dice, es la de invitar a la gente a entrar a los negocios. 
Otro gato japonés muy conocido es Doraemon, la serie animada del gato azul del futuro, de quien, justamente por estos días, se ha estrenado un museo. Doraemon fue creado en 1969 y nombrado embajador de la cultura japonesa en el 2008, o de los dibujos animados. Su nombre hace referencia al Dorayaki, el pastelito típico japonés relleno de dulce de porotos o, más modernos, de crema pastelera. 
¡Y qué decir de Kitty!, la gata blanca de quien se ven dibujitos, muñecos, figuritas y otros productos. Kitty fue creada en 1974 y actualmente hay una exposición en Tokio con 200 productos de la popular gata. A ella también se le ha construido un parque temático.

Principalmente, los gatos en los relatos de Murakami funcionan como un artilugio que sirve como: 
• Móvil (para una búsqueda, física, o interior… del destino).
• Nexo entre personajes. (Los personajes, a  través de la búsqueda del gato, por ejemplo, se van vinculando.)
• Completan a los personajes, en el sentido de que les muestra la parte instintiva que muchas veces queda relegada por la parte consciente o racional.

Esto se puede ver al analizar cuatro relatos de Murakami, que, en orden cronológico, son: “Los gatos antropófagos” (cuento registrado en 1983. En español está incluido en el libro Sauce ciego, mujer dormida), Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (novela de 1994), Kafka en la orilla (2002) y en “el pueblo de los gatos”, un relato interpolado en la última novela de Murakami, 1Q84.

El gato como móvil
En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, el gato es una primera búsqueda que moviliza, luego, a otra búsqueda, porque si bien al principio la búsqueda del gato es el móvil,  un acto físico, su desaparición incide, determina, luego, en otra búsqueda más profunda, interior, que es la que emprende el héroe o protagonista, Tooru Okada, de sí mismo. Un rito iniciático.
El gato y su ausencia, en este caso, funcionan como una llamada a la aventura (salir a buscarlo).
La novela, hay que resaltar, se inicia con una llamada telefónica, una llamada extraña de una mujer. Y estos dos hechos, la llamada y la desaparición del gato, actos ordinarios, comunes, cotidianos, si se quiere, son las llamadas a la aventura… 
Tenemos, así, al gato como excusa, como móvil.

El gato como nexo
¿Cómo se llama este gato? Noboru Wataya. Lleva el nombre, en realidad, del cuñado de Tooru, un influyente personaje de los medios de comunicación.
De esta manera, el gato va interactuando con los distintos personajes. Porque la esposa de Tooru también desaparece misteriosamente. (En la novela se va a ver que ella también emprende la búsqueda de su hermano.)
Y en ese caso, el gato también puede ser visto como preludio de algo que va a ocurrir.
En "Los gatos antropófagos", el cuento se abre con la noticia en Atenas de tres gatos que vivían con una anciana en un ambiente. Ella tiene un ataque cardíaco y muere. Los gatos, luego de un tiempo, hambrientos, la devoran. La noticia es leída por el protagonista, quien se ha ido con una chica a una pequeña isla de Grecia. De niño, el protagonista, incluso, tuvo un gato que, alterado, un día sube a un árbol y luego desaparece. Cierto día, ella se va… como el gato que él tenía de chico.
El tema del instinto animal, su capacidad de supervivencia, está presente en el cuento, no solo por la noticia. Dentro del relato también hay una parábola con gatos.
Pero, principalmente, al protagonista se le plantea una duda, que es entre lo que hace consciente y, en apariencia, de manera inconsciente, o instintiva, como una lucha entre esas dos partes. 
En Kafka en la orilla, Satoru Nakata es uno de los dos protagonistas o héroes de esta novela. Es un anciano con una capacidad: charlar con los gatos.
Nakata, al igual que el protagonista de Crónica del pájaro… es movilizado por un gato, sale a buscar una gata y así se va relacionando con otros gatos. Pero ese móvil inicial, físico, ese periplo, que es la búsqueda de la gata, deriva en otra. En su caso, la de hallar su parte consciente, su parte racional, y humana, en algún punto. Porque Nakata se maneja, en una primera parte, a través del puro instinto. Está animalizado.
Esa animalización, de alguna manera, nos muestra que son ellos, los animales, los que están más cerca de su propia naturaleza, mientras el hombre (o al menos los personajes  de Murakami) andan buscando saber quiénes son.
Por último, El pueblo de los gatos, relato interpolado en 1Q84, en el capítulo titulado “Va siendo hora de que aparezca los gatos”.
El protagonista de este relato es un viajero, sin destino fijo, que se sube a un tren, viaja y cuando encuentra un lugar que le atrae, se queda. Así llega al pueblo de los gatos, un lugar en donde estos animales hacen todas sus actividades habituales cuando el sol se esconde: atienden los negocios, salen a comer, a beber, a charlar, es decir; hacen sus tareas diarias. Sorprendido, cuando esto ocurre, el viajero sube a esconderse a un campanario y los espía.
Antes de la mañana, cuando los gatos se van, él sale a comer las sobras. Gatos humanizados y un hombre animalizado.
A través de esa inversión, lo central es el destino. El pueblo sirve no como un lugar en sí, habitado por gatos, sino como lo que hay que buscar y encontrar; el viaje que hay que emprender… para hallar el destino, el lugar en donde uno debe perderse para comenzar a encontrarse, para saber quién se es, de dónde se viene y, a partir de ahí, hacia dónde se va.