8/07/2007

Retrato de una infancia (que nadie sabe)

Entre todos los muebles que ha traído el camión de mudanza, hay dos valijas, una rosa y otra negra. La madre y el muchacho las bajan con cuidado. Son pesadas, pero igual las suben por la escalera hasta el primer piso del pequeño departamento que alquilan en Tokio.
Una vez dentro, ambos descansan. La valija rosa comienza a moverse. ¡Chotto matte!, se escucha, abren las valijas: de la rosa sale una niña; de la negro, un niño. Ya de noche, el muchacho va hasta el centro a buscar a su otra hermana, quien subirá por las escaleras también, pero en puntas de pie.
Es otoño, y ahora están todos juntos: Keiko, la madre, y sus cuatro hijos: Akira, Kioko, Shigeru y Yuki. Keiko les impone las reglas: está prohibido gritar y salir del piso, ni siquiera al balcón, porque el casero los echaría si se enterase de que ella cuida sola de los niños.
Cada uno de los chicos es de un padre diferente y ninguno va al colegio. Akira, el mayor, tiene doce y cuida de sus hermanitos cada vez que la madre va a trabajar. En apariencia, es una familia afectuosa y unida que disfruta de cada momento de la vida. Un día, sin embargo, ella desaparece y sólo deja algo de plata y una nota para Akira: “Mamá tiene que irse unos días, cuida de Kioko, Shigeru y Yuki”.
Así empieza una nueva vida para los cuatro niños, que ahora se tienen a sí mismos; una vida que nadie sabe.
Es invierno. Ha pasado un mes desde que la madre se fue, pero los cuatro niños se las arreglan y siguen respetando las reglas.
Ella regresa cargada de regalos. No se queda mucho tiempo. Recoge ropa de invierno y promete volver para Navidad.
Pero no vuelve.
El día de Año Nuevo, Akira marca un número de teléfono que ha encontrado. Su madre se presenta con un nuevo apellido, y el chico cuelga sin decir nada. Él se ha dado cuenta, pero no quiere que sus hermanos lo sepan.
Para primavera, la madre ya no manda dinero, y los niños no pueden pagar las cuentas. Akira decide que debe cuidar mejor de sus hermanos; es consciente de que deben estar unidos. Los cuatro salen del piso, juntos por primera vez. Están locos de alegría por estar al aire libre después de tanto tiempo. Compran lo que quieren en el supermercado y van a jugar a la plaza.
En verano los chicos siguen saliendo. Les han cortado el agua y la electricidad, por lo que aprovechan la plaza y lavan la ropa. En ese exterior, la gente sigue yendo a sus trabajos, paseando a sus mascotas; los colectivos pasan, pero nadie sabe.
Si bien ha sido un hecho real, 15 años después la historia fue guionada y filmada por Kore eda Hirokazu, y titulada Dare mo Shiranai (Nadie sabe).
El hecho real fue conocido en 1988 como "el suceso de los cuatro niños abandonados en Nishi Sugano", y, al igual que en la película, los cuatro chiso eran de padres diferentes, no habían ido al colegio, y tampoco existían legalmente, ya que sus nacimientos no habían sido registrados. Vivieron seis meses solos, luego de haber sido abandonados por su madre, hasta que las autoridades descubrieron el caso, al morir la más pequeña.
Un tema central de Nadie sabe es, justamente, la vida clandestina de los niños, "un problema social", señaló Kore eda (según el Ministerio de Educación de Japón, en 1987 el número de niños desconocidos de entre 7 y 14 años era de 533, y en el 2000, de 302, aunque, dice Kore eda, las cifras sólo se refieren a niños cuyo nacimiento ha sido declarado).
"Este suceso hizo que me planteara varias preguntas -dice el director, cuyo tercer film, After Life (1999), fue elegido como mejor película en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires-. La vida de esos niños no pudo ser únicamente negativa. Debieron haber disfrutado de momentos de complicidad, de alegría, de tristeza y de esperanza. No quería mostrar el «infierno» visto desde afuera, sino la «riqueza» de sus vidas desde adentro".
De esta manera, las estaciones fueron pasando y la cámara ha seguido a los chicos en su evolución, pero también haciendo foco en objetos simbólicos, como las plantas, una laca de uñas, un piano miniatura, zapatillas con sonido, cuencos de ramen instantáneos (fideos) y una caja de bombones.

Listas para volver a ser niños
Estrenada en Japón en agosto del 2004, Nadie sabe se filmó desde otoño del 2002 hasta el verano del año siguiente, con la particularidad de que los niños eran aficionados, sin ningún tipo de experiencia en la actuación. A continuación, elecciones de cada infante y el por qué de cada actor.

Yuya Yagira (Akira). Nació el 26 de marzo de 1990. Con su actuación, ganó el premio al mejor actor masculino en Cannes 2004. " Me sorprendió su mirada penetrante -contó Kore eda-. Durante el año de rodaje, Yuya ha crecido y ha mudado la voz. Al principio, era un chico tímido, pero, con el tiempo, acabó liderando a los demás. No es del todo sorprendente que Yuya se haya desarrollado en la realidad a la par que su personaje, que deja la niñez y se convierte en adulto. El cine es ficción, desde luego, pero también es un trozo de película en la que ha quedado fijada parte de su vida y de la mía".
Lo que más le gusta comer: carne. Lo que menos: nada. Lo que más quiere: el álbum que le dio Kore eda. Lo que sueña ser: futbolista o actor.

Ayu Kitaura (Kioko). Nació el 26 de noviembre de 1992. "En cuanto la vi a Ayu Kitaura supe que sería ella. ¿Por qué era tan callada? ¿Era así en la vida real o había adoptado esa actitud para el papel? Durante el rodaje, me di cuenta de que Ayu era muy diferente del personaje que interpretaba. Es una niña llena de vida. A menudo venía a preguntarme qué pensaba Kioko en una escena. Era capaz de bromear con el equipo y meterse en su personaje en cuanto empezábamos a rodar. Tiene madera de actriz".
Lo que más le gusta comer: fresas. Lo que menos: pimientos, comida especiada. Lo que más quiere: su familia y la muñeca que compró en Estados Unidos hace tres años y a la que llamó Ayuko (hija de Ayu). Lo que sueña ser: alguien útil para los demás.

Hiei Kimura (Shigeru). Nació el 12 de abril de 1995. "Dudé mucho a la hora de escoger un niño para el papel de Shigeru. Después de seleccionar a varios candidatos, los llevé a jugar al parque. Quería ver su comportamiento en grupo, sus capacidades de concentración y de adaptación. Cuando hablé con Kiei no se estaba quieto. Siempre contestaba lo mismo: No sé. No puedo decir eso. A pesar de todo, su rostro y su actitud eran muy interesantes. El problema residía en saber si podría soportar un rodaje de un año. Mi ayudante pensó que era un riesgo, pero ahora creo que hemos salido ganando".
Lo que más le gusta comer: papas, filete, gelatina de pescado, sushi con tofu frito, pasta instantánea. Lo que menos le gusta: verdura y fruta. Lo que más quiere: un juego, unas cartas y una goma. Lo que sueña ser: alguien que sepa hacerlo todo.

Momoko Shimizu (Yuki). Nació el 9 de octubre de 1997. "Momoko se sentía totalmente cómoda la primera vez que conoció al equipo. A pesar de no tener más de cuatro años, se expresaba increíblemente bien. Durante el rodaje demostró que tenía mucha concentración. Delante de la cámara siempre era muy natural por muy larga que fuese la escena. A menudo me colocaba al lado de la cámara para dar indicaciones a los actores y era capaz de seguirlas sin inmutarse. Es una niña muy capaz.
Lo que más le gusta comer: helado, arroz con granos de soja fermentada. Lo que menos le gusta: berenjenas, cebollas. Lo que más quiere: Moka (un perro de peluche). Lo que sueña ser: pastelera.








* Dare mo Shiranai (Nadie sabe): miércoles 15 de agosto, 23 hs., jueves 16, 02.25 hs., y domingo 19, 00.10 hs., por I.Sat.

Hiroshima

La historia de Hiroshima data de 1589, año en que el señor feudal Terumoto Mouri emprendió la construcción de un castillo, en el delta del río Ota, y su pueblo adyacente, al cual bautizó "Hiroshima".
Luego se establecieron en el castillo el señor Masanori Fukushima y, después, el señor Nagaakira Asano, cuyo clan, a lo largo de doce reinados fue amo de esta joya arquitectónica.
Así, Hiroshima, hoy, es una ciudad de más de un millón de habitantes, en la que se preserva lo antiguo y lo moderno. A orillas del río Motoyasu (Motoyasu gawa), por ejemplo, los jóvenes se reúnen los fines de semana para cantar. La acústica es la ideal y el ambiente, tranquilo. Es en este río en donde cada 6 de agosto se realiza la ceremonia de las linternas flotantes, una de las conmemoraciones que sirven para recordar el lanzamiento de la bomba atómica.
Hiroshima, claro, es conocida hoy como la "Ciudad Internacional de la Paz y la Cultura". Estar ahí parado, observar el río, a los jóvenes interpretando sus melodías, y a la gente que pasa y otros que se quedan parados en el puente Motoyasu (Motoyasu bashi) para escuchar, y que luego uno tome conciencia, recuerde lo que ha leído, lo que le han contado, es muy contrastante; muy fuerte.
Igual, en ese lugar, que es el Parque Conmemorativo de la Paz, las flores crecen bellas por todas partes, hasta en los alrededores de la Cúpula de la Bomba Atómica.
Y cada 6 de agosto los japoneses y habitantes de otras partes del mundo se acercan hasta el Cenotafio Conmemorativo (o monumento de la paz, casi al lado del Museo) para dejar sus ofrendas y rezos.
Como se ve, Hiroshima tuvo una recuperación notable, y hoy es una región próspera