4/11/2007

Retrato de un artista anciano

Se dice que los gatos son los menos hipócritas, autosuficientes, y que pueden adaptarse tanto a la vida hogareña como a la calle. Misterioso animal, ha sido adorado por poetas como Charles Baudelaire y Paul Verlaine. Son esas características las que posee Jimmy Mirikitani, un artista de 85 años nacido en Sacramento, pero criado en Hiroshima, que pinta, justamente, gatos.
Su biografía pudo haber sido la de un anciano extravagante, la de un homeless que exhibía su arte en las calles del Soho, en Nueva York, pero Linda Hattendorf, cámara en mano, decidió rescatarlo del anonimato y de la calle. Lo que obtiene, al final, es un extraordinario documental, The Cats of Mirikitani, y una entrañable amistad, al punto de que hasta la propia vida de la documentalista es afectada, porque en lo que ella hizo foco se salió de su cámara y penetró en su vida.
Si bien el film, realizado durante el 2001, se centra en la figura de este “personaje”, Mirikitani, que en ese entonces tenía 80, es como un frondoso árbol de cuyas ramas se desprenden otras historias.
Así, el documental de Hattendorf da cuenta de las condiciones en que vivieron los ciudadanos de etnia japonesa residentes en Estados Unidos luego del ataque a Pearl Harbor, quienes fueron concentrados en campos ubicados en la Costa Oeste del país. Uno de ellos fue Tule Lake, en California, lugar en el que se aisló a los japoneses y sus descendientes sospechados de espionaje, traición o deslealtad.
Ese recuerdo que lleva Mirikitani, un roce a la Segunda Guerra Mundial, es producido por otra “guerra”, o más precisamente, el ataque a las Torres Gemelas, porque el 11 de septiembre Mirikitani pintaba concentrado, a unas pocas cuadras del World Trade Center.
Sólo la historia juzgará si ese hecho cambió al mundo, pero el documental muestra cómo la vida de Mirikitani sufre un giro: deja de vivir en la calle, recibe la ciudadanía norteamericana, se reencuentra con amigos, gana la amistad de Hattendorf, vuelve a ver su hermana Kazuko -de quien estuvo separado durante más de 60 años- y conoce a una sobrina -laureada poeta de San Francisco-.
“Hacer arte, no la guerra”, dice Mirikitani, quien por el arte vivió en las calles y por la guerra perdió su hogar. Elecciones de vida que en él son para nada hipócritas, porque pasando los 80 ha sido autosuficiente, al punto de poder adaptarse tanto a la vida hogareña como a la calle, siendo, al fin, un misterio como los gatos que pinta.


The Cats of Mirikitani se proyectará dentro de la 9º edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, este viernes 13, a las 20, en la Alianza Francesa (Córdoba 946).

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy lindo relato. Claro, muy claro.
Pensé que la película la habías visto en el Festival de Cine Independiente del Abasto

Anónimo dijo...

y yo creía que no te gustaban los gatos.


la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida!!!

chan!

Anónimo dijo...

lo extraño...

aristideseljusto dijo...

A mi me gustan mucho los gatos. Creo que tienen algo de divino.
Mmmmmm.....Dónde está usted??????? Dónde se ha metido?????

Anónimo dijo...

ay! pue él se cambió a BETA

BETÍSIMO!!!!

un beso chuicks!

Anónimo dijo...

eu, así todo blanco no me gusta..

buuuuuuu

ponele color a tu blog!
ponele color a tu vida!

esa!