2/19/2008

"Una mina, una familia", o el espíritu del trabajo colectivo



“Una mina, una familia”. Ese es el espíritu de Iwaki, un frío pueblo del norte de Japón. Pero si el carbón ha sido el combustible que ha ido alimentando durante generaciones la identidad de los habitantes -porque, “por más que te laves las manos, el carbón de las uñas no se te va”-, la llegada del petróleo hace que las minas, una a una, vayan cerrando. El carbón, negro y frío, y, a la par, la vida de los habitantes, poco a poco se va apagando. Hay, sin embargo, una luz. Es la que presenta la empresa minera local: construir un complejo turístico hawaiano, el primero en Japón, cuyo principal atractivo serán las bailarinas de Hula.
Basada en un hecho real que ocurrió en el país nipón en la década del 60, Hula Girls, película multipremiada por la academia japonesa el año pasado, es una comedia dramática sobre las vidas de las hijas de unos mineros que aprovechan la oportunidad que les da el baile para "escapar" de su destino. No será nada fácil, porque en el tradicional pueblo de Iwaki, el carbón ha sido el “diamante negro” que han trabajado, durante generaciones, hombres y mujeres. Y las chicas, que no saben bailar, se enfrentarán contra la opinión de la mayoría de la pobladores, negados a la idea de instalar un parque temático. Ellas comenzaron siendo unas pocas, y con el único apoyo de su instructora, que llega de la moderna Tokio; terminaron siendo unas cuantas, todas heroínas que salvaron al pueblo.
Producida por Hitomi Ishihara y dirigida por Lee Sang-il, Hula Girls -que en España ha sido presentada como el film que realza el papel de la mujer (el estreno en nuestro país aún tiene fecha incierta)- muestra, principalmente, y como salida de la crisis, el esfuerzo, el trabajo colectivo, en conjunto, en equipo, muy a pesar de los conflictos (individuales y grupales). No es sólo un grupo de mujeres el que cambia, sino toda una población, todo un país, todo un mundo. “¿Por qué los tiempos cambien, también tenemos que cambiar?”, se pregunta un minero, y luego agrega: “No tenemos la culpa de que el tiempo avance y decida cambiar”. Ahí también se encuentra otro valor de la película: el desarrollo histórico. Y se sabe que, para ello, es necesario el progreso tanto del tiempo como del lugar y, dentro de ambos, del hombre, porque es él quien se transforma junto con el mundo.
Al estilo de otras comedias japonesas de gran éxito (Waterboys, un grupo de muchachos que, sin saber de qué se trata, conforman un equipo de nado sincronizado, y Swing Girls, chicas que sin saber tocar un instrumento arman una banda colegial de jazz), Hula Girls pareciera que ficcionaliza la realidad de manera grotesca (recrear Hawai en una zona de frías temperaturas o convertir a novatas en bailarinas profesionales), pero la vida misma, muchas veces, se nos aparece exagerada (no hay que olvidar que el hecho ha sido una historia real). Si bien hubo un tiempo en que, para los habitantes de Iwaki, el carbón dejó de ser útil para iluminar sus hogares, a cambio de la danza -que a lo largo de la historia ha sido un ritual invocador, un movimiento liberador y hasta creador-, el espíritu (el del trabajo colectivo) ha sido el mismo: “Una mina, una familia”, porque, como dice una de las protagonistas, “por mucho que te laves las manos, el carbón de las uñas no se te va”.